En el 710 moría Witiza sin haber asociado a algunos de sus tres hijos a tareas de gobierno. Pero lo que no se atrevió hacer este monarca lo llevó a cabo su clan familiar y un sector de la nobleza, entronizando al mayor de los vástagos como Agila II, aunque el intento fue fallido. En un clima de guerra civil otro sector importante de la aristocracia visigoda (en asamblea electiva) designó D. Rodrigo (posible duque de la Bética).
Una parte importante del clan witizano (con los hermanos del antiguo rey, Oppas y Sisberto, a la cabeza) no aceptó el resultado de esta elección, motivo por el que consideraba a Rodrigo un usurpador y aspiraban a recuperar el trono. Por su parte el islam avanzaba por el Magreb
El inicio de la conquista musulmana de la península Ibérica se inició en el año 711, dentro del contexto de la expansión islámica, y aprovechando las continuas disputas internas existentes entre los visigodos. Ese año, un grupo de bereberes dirigidos por Tariq cruzó el estrecho de Gibraltar, desembarcó en la Península y derrotó al último de los reyes visigodos, don Rodrigo, tras la batalla de Guadalete. Mezclando la efectividad militar y la habilidad política (pactos con la nobleza visigoda), los musulmanes lograron el dominio de prácticamente toda la península, que una vez conquistada recibió el nombre de Al-Ándalus.
La presencia musulmana peninsular se puede dividir desde el punto de vista político en varias etapas.
Entre los años 714 y 756, Al-Ándalus se convirtió en un emirato dependiente de Damasco, capital y centro político y religioso del mundo musulmán en este periodo, gobernado por la dinastía Omeya. Esta etapa se caracterizó por los continuos enfrentamientos internos entre musulmanes (árabes y bereberes), además de una cierta resistencia a la islamización mostrada por la población hispanovisigoda.
En el año 756, se proclamó un emirato independiente por parte de Abderramán I, único superviviente Omeya de la matanza que sufrió su familia en Damasco por parte de los abasíes, que consiguió huir y llegar a la península Ibérica. Este hecho supuso la independencia política del nuevo califato abasí, aunque se siguió reconociendo la autoridad religiosa del califa de Bagdad (nueva capital del mundo islámico). Con el paso del tiempo este nuevo emirato se consolidó en Al-Andalus, y mejoró la organización administrativa y la recaudación de impuestos. Además, se creó un ejército mercenario y permanente, y se organizaron razias o expediciones militares contra los reinos cristianos del norte.
Desde principios del siglo X, el emirato cordobés sufrió una grave crisis caracterizada por las divisiones internas y las amenazas cada vez mayores de los reinos cristianos del norte. En este contexto, Abderramán III, tras sofocar las diversas revueltas, quiso reforzar su autoridad y se autoproclamó en el año 929 califa de Córdoba (jefe religioso, político y militar) A partir de entonces se puso fin a las rebeliones y sometió a los reinos cristianos, viviendo Al-Ándalus la etapa de máximo esplendor cultural y artístico, con un gran desarrollo económico. Durante la minoría de edad del tercer califa Hixam III, destacó la figura de Almanzor (976-1002), hachib y caudillo militar, que transformó el califato en una dictadura militar en la que, dirigiendo un poderoso ejército, alcanzó numerosas victorias y llevó a cabo razias contra los reinos cristianos. Con su muerte, Al-Ándalus vivió un periodo de divisiones internas en el que algunos territorios comenzaron a independizarse.
En el año 1031, tras la deposición del último califa, el califato acabó dividiéndose en reinos de taifas, destacando la de Badajoz, Toledo y Zaragoza por su posición fronteriza y tamaño. Con el tiempo las más débiles fueron desapareciendo y fueron anexionadas por las más poderosas. La división del territorio musulmán en taifas supuso una debilidad política y militar frente a los cristianos, los cuales exigieron el pago de parias (tributos a cambio de protección) Un ejemplo lo encontramos en la Taifa de Toledo, cuyo líder al-Mamún (1043-1075) buscó el apoyo y la protección de los castellanos (Fernando I) a cambio de parias, afianzando su poder y extendiendo su territorio, con la anexión del reino taifa de Valencia. La Taifa de Toledo también destacó por acoger temporalmente al exiliado Alfonso de León en su conflicto con su hermano, contrayendo con Toledo una deuda de no agresión y ayuda mutua. Con la muerte de al-Mamún, su sucesor al-Qádir no consiguió hacerse con el reino y fruto de los continuos ataques de zaragozanos, valencianos, aragoneses e incluso castellanos, se pactó un intercambio: Castilla ocuparía Toledo mientras que al-Qádir sería entronizado en Valencia. En el año 1085 Alfonso VI conseguía entrar en Toledo, en lo que ya entonces se presintió como el principio del fin de la España musulmana, que empezaba a deshilacharse por el centro.
Con la caída de Toledo y ante la amenaza del creciente expansionismo cristiano, algunas taifas solicitaron la ayuda de los almorávides (1086-1145), musulmanes ultraortodoxos que habían formado un gran imperio al norte de África. Los almorávides consiguieron unificar los reinos de taifas incorporándolos a su imperio, sus éxitos militares más importantes fueron las batallas de Sagrajas (1086) y de Uclés (1108), sin embargo, a mediados del siglo XII sufrieron un colapso que hizo resurgir los segundos reinos de taifas. Este hecho fue aprovechado de nuevo por los cristianos para continuar su avance hacia el sur, hasta que otro movimiento religioso procedente del Magreb, los almohades (1146-1232), intervino en la Península unificando las taifas y logró éxitos militares tan importantes como el de Alarcos (1195). En el año 1212 tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa, en la que una unión de los ejércitos cristianos logró derrotar a los almohades, motivando su derrumbe posterior y división en las terceras taifas.
A finales del siglo XIII, tan sólo el reino nazarí de Granada sobrevivió al avance cristiano. Fundado por Muhamad I (del linaje árabe de los Nasrí o Nazaríes), quien se rebeló contra los almohades, proclamándose sultán en 1232. El reino de Granada abarcaba más territorio que el actualmente posee la provincia del mismo nombre. Se dividía en tres circunscripciones o coras: Elvira, con capital en Granada; Rayya, con capital en Málaga; y Pechina, con capital en Almería. Este territorio consiguió sostenerse gracias a su hábil gestión diplomática de los emires, pues la presión castellana les obligó a practicar una política que basculaba entre la guerra y la paz; esta última a cambio del pago de parias y el reconocimiento del vasallaje al rey de Castilla. Sin embargo, a principios del siglo XV la estabilidad política empezó a romperse, y poco a poco las principales ciudades del reino cayeron en manos cristianas. Entre 1482 y 1492 los Reyes Católicos emprendieron la conquista que concluyó con la salida pactada del rey Boabdil y la rendición de Granada.
Emirato Independiente. 756-929
Califato de Córdoba. 929-1031.
Las primeras taifas. 1031-1086
Configuración de los reinos cristianos. Imperio almorávide
Confirmación de los reinos cristianos. Imperio almohade. 1147-1232/48
Consolidación de los reinos cristianos y su expansión. Reino nazarí. 1150-1492
Durante los casi ocho siglos de presencia musulmana en la Península Ibérica, y sobre todo a partir del siglo X (en época califal), Al-Ándalus fue un estado centralizado donde el califa representó el poder espiritual y el temporal, siendo la máxima autoridad en religión, economía, poder judicial y militar. Se encargó además de dirigir la política exterior, ayudándose para la administración del hachib (primer ministro), visires (secretarios o ministros), los valíes (gobernadores de las provincias) y los cadíes (jueces).
La sociedad de al-Ándalus se caracterizó por su pluralidad étnica y religiosa. Desde su llegada a la Península se estableció una religión oficial islámica, pero existió tolerancia a las religiones del libro (judíos y cristianos) que pagaban la mayor parte de los impuestos, mientras los musulmanes solo pagaban la limosna. Habría que hace una primera división por motivos religiosos entre musulmanes y no musulmanes. La población islámica quedó dividida en etnias:
● El grupo privilegiado (aristocracia o jassa) estuvo compuesto por los árabes. A los primeros (conquistadores y sus descendientes) se los denominó baladíes. se asentaron, fundamentalmente, en las ciudades. Con los Omeyas vinieron los sirios, que desplazaron, en buena medida, a los baladíes. Estos se instalaron, sobre todo, en las ciudades del sur. Estos grupos se quedaron con las mejores tierras en Andalucía, Levante y valle del Ebro. Ocuparon los rangos y puestos de privilegio durante todo el periodo, incluso en los reinos de taifas. Acapararon las magistraturas, el monopolio de los negocios y los latifundios absentistas.
● Por debajo estuvieron los bereberes, musulmanes del norte de África que recibieron las peores tierras en la Meseta. Fueron, principalmente, población rural. Se sentirían explotados, como los demás campesinos, y desplazados de los beneficios de la conquista por los árabes, y durante todo el periodo intentarían asaltar el poder por la fuerza. Algunos de ellos lo conseguirán, cuando se hagan dueños de los reinos de taifas. La población bereber crece rápidamente. Constituyen el grueso del ejército omeya profesional.
● Muladíes, aquellos hispanogodos convertidos al islam que conservaron parte de sus tierras. Algunos consiguieron medrar en la sociedad andalusí; como los Banú Qasí de Zaragoza. En su mayoría son campesinos y siervos de la gleba que fueron sometidos a servidumbre a pesar de ser parte de la umma. Pertenecieron a todas las clases sociales y a todos los oficios, y vivieron tanto en el campo como en la ciudad.
Minorías no musulmanas
● Mozárabes. Cristianos que no quisieron convertirse en musulmanes.
● Judíos. Los judíos fueron una minoría muy influyente en el al-Ándalus, aunque se ignora su número. Vivieron fundamentalmente en las ciudades y tuvieron las mismas condiciones sociales que los mozárabes, aunque, a diferencia de los mozárabes, vivieron en barrios apartados: en las juderías. También sufrieron presiones para que se convirtieran o huyeran ya en los tiempos de los Omeyas pero fueron los almorávides los que terminaron con su presencia en al-Ándalus (al igual que con los mozárabes).
Esclavos
Los eslavos fueron la población procedente de las fronteras septentrionales del Imperio. Eran cautivos de las expediciones piratas y las aceifas del norte. Durante la época omeya sólo estuvieron en Córdoba, pero al hundirse el califato se aliaron con los amiríes y se hicieron dueños de algunas taifas, como las de Valencia o Denia. Además de los cautivos, estaban los negros y los renegados o elches. Eran el grupo más bajo de la condición social. Fueron utilizados como mano de obra barata, pues bastaba con su manutención. Nunca actuaron como un grupo social diferenciado.
El nuevo estado musulmán supuso un gran desarrollo de la agricultura, el comercio y las ciudades. En agricultura se recuperaron las técnicas romanas y se desarrolló el regadío con norias, acequias, albercas y aljibes. Se introdujeron nuevas prácticas hortícolas con nuevos productos frutales, arroz, caña de azúcar, algodón, lino… Las ciudades se convirtieron en el centro de la economía y la cultura. Desarrollaron una artesanía de tejidos, cuero, cerámica, orfebrería… para el mercado interior y exterior. Desde aquí se importaban esclavos y materias primas, a la vez que se exportaban productos manufacturados de lujo. La moneda fue la base del comercio. Córdoba llegó a ser la ciudad más importante de Al-Ándalus con cien mil habitantes en el siglo X.
Al-Ándalus también alcanzó un importante desarrollo cultural y científico, hasta el punto de convertirse en uno de los referentes del mundo islámico y cristiano, sobre todo entre los siglos X y XII. Durante este periodo los centros del saber andalusíes estimularon la emergencia de destacados autores pertenecientes al campo de la medicina, astronomía, matemáticas, filosofía, geografía, literatura… La lengua árabe también dejó su huella en el castellano con muchas palabras de ese origen. En cuanto a las manifestaciones artísticas del periodo andalusí, la etapa más brillante tuvo lugar en el siglo X, con obras tan significativas como la mezquita de Córdoba o el palacio de Medina Azahara. Del periodo de las invasiones bereberes del siglo XII cabe destacar la Torre del Oro y la Giralda de Sevilla. Finalmente, y de la etapa nazarí (siglo XIV) la obra más emblemática es la Alhambra de Granada.
El proceso de la Reconquista hasta el siglo XIII
La Reconquista es el proceso histórico referido a la lucha entre cristianos y musulmanes por el dominio de la Península Ibérica, el cual abarca desde el siglo VIII hasta el siglo XV.
Tras la derrota sufrida por los visigodos en Guadalete (711), algunos nobles buscaron refugio en zona de la Cordillera Cantábrica, habitada por vascones, cántabros y astures. En el año 722, un noble visigodo llamado Pelayo consiguió derrotar a los musulmanes en la batalla de Covadonga, convirtiéndose en el primer rey de Asturias. Con el paso del tiempo se fijó la capital en Oviedo, y el nuevo reino inició un proceso de expansión territorial hacia el sur con los reyes Alfonso I (739-756) y Alfonso II (791-842). Pero fue en la segunda mitad del siglo IX, reinando Alfonso III (866-910), cuando se vivió la mayor expansión territorial hasta el río Duero. A principios del siglo X la capital se traslada a León, pasando el reino a denominarse astur-leonés, y durante el reinado de Ordoño II (914-924) los leoneses ya abarcaban las regiones de Asturias, Galicia, León, marcas fronterizas de Portugal y Castilla. Precisamente en este último territorio situado en la zona oriental se estableció un poderoso condado, que con el tiempo obtuvo una gran autonomía con Fernán González (927-970), hasta el punto de declararse independiente de León.
Mientras tanto en la zona pirenaica, desde la victoria obtenida por los francos frente a los musulmanes en Poitiers (732), el emperador Carlomagno creó una franja fortificada para proteger su imperio de los musulmanes, la Marca Hispánica, que quedó dividida en condados dependientes. Con el tiempo estos condados se fueron independizando, así hacia el año 830 nacía el reino de Pamplona a manos de la familia Arista; hacia el año 820 surgía el condado de Aragón con Aznar Galíndez y en el año 874 el conde Vifredo el Velloso conseguía unificar los principales condados catalanes, que se declararon independientes con Borrel II.
En el año 1000, reinando Sancho III, el reino de Navarra se convirtió en el centro político de la España cristiana al conseguir anexionarse los condados de Castilla y de Aragón. Sin embargo, tras su muerte, la unidad del reino se dividió entre sus hijos: Ramiro I fue nombrado rey de Aragón; Fernando I rey de Castilla y García Sánchez rey de Navarra. En el año 1037 Fernando I consiguió unir bajo su corona los reinos de Castilla y León, si bien esta unidad se verá rota en varias ocasiones, hasta que el año 1230 el rey Fernando III lleve a cabo la unión definitiva. Durante el siglo XI los territorios cristianos de esta zona tomaron la iniciativa militar frente a los musulmanes, conquistando el valle del Tajo. En el año 1147, el condado de Portugal situado en la zona occidental del reino castellano-leonés, conseguía su independencia de la mano de Alfonso Henríquez (nieto de Alfonso VI). En la segunda mitad del siglo XII, el apogeo de almorávides y almohades puso freno al avance cristiano que se limitó a la zona del Turia, Júcar y Guadiana.
Mientras en el este de la Península, el reino de Aragón vivió su momento de esplendor con Alfonso I el Batallador que alcanzó el valle del Ebro (conquista de Zaragoza). Por otro lado, y durante el siglo XII, los condados catalanes forzaron las defensas musulmanas, y en el año 1137, cuando el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV se casó con Petronila, heredera aragonesa, nació la Corona de Aragón.
En este avance hacia el sur, castellanos y aragoneses se dividirían las zonas de influencia en sucesivos tratados:
● En el Tratado de Tudillén (1151), Alfonso VII y Ramón Berenguer IV se repartían Navarra y las zonas de influencia musulmana, correspondiendo a los aragoneses los derechos de conquista sobre Valencia y Murcia.
● En el Tratado de Cazola (1179), en el que Valencia sería para Aragón y Murcia correspondería a los castellanos.
● Tratado de Almizra (1244) entre Alfonso X el Sabio y Jaime I de Aragón. En el tratado se estipuló que las tierras al sur de la línea Biar-Busot-El Campello (barranç de Aigües) quedarían reservadas a Castilla.
En el siglo XIII los cristianos derrotaron decisivamente a los musulmanes en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), y despejaron el camino hacia el valle del Guadalquivir, que fue ocupado definitivamente por Fernando III. También en esta época tuvo lugar la ocupación de Extremadura, Sevilla y la incorporación del reino de Murcia.
En cuanto a la Corona de Aragón, durante los siglos XII y XIII se conquistaron las Baleares y Valencia de la mano de Jaime I el Conquistador.
A finales del siglo XIII, tan solo el reino nazarí de Granada seguía bajo control musulmán, si bien a cambio de ser un territorio vasallo de Castilla, corona a la que tenía que pagar las debidas parias (tributo). Esto no evitó que, debido a las tensiones internas y al aumento del poder castellano, en el siglo XV comenzaran las campañas de los Reyes Católicos contra este reino, conquistado definitivamente en 1492.
Los modelos de repoblación.
Los avances y progresos territoriales llevados a cabo por los diversos núcleos políticos hispano-cristianos fueron reflejo, en esta más que en ninguna otra época, de un lento y seguro proceso de repoblación de tierras despobladas o poco pobladas. El concepto de repoblación es complementario de reconquista. En muchos casos fue una pura y simple ocupación de las tierras abandonadas. Hubo sin duda operaciones repobladoras programadas y desarrolladas por el poder. Pero, en la mayoría de los casos la repoblación no se ejerce sobre ciudades ni por orden expresa del rey, sino que sus protagonistas son campesinos o grupos monásticos cuyo objetivo es tomar posesión de tierras abandonadas y sin dueño
Las actividades repobladoras en sentido estricto se inician en todas partes en torno al año 800. La fecha no es casual: Asturias estaba iniciando su recuperación con Alfonso III y, en el otro extremo del norte peninsular y por estos mismos años, Carlomagno estaba completando la formación de la Marca Hispánica. Pero tampoco convendría pensar que la repoblación fue una simple consecuencia de la recuperación política.
Entre los modelos existentes para afianzar las conquistas se podrían citar:
● Repoblación mediante presura o aprisio (hasta el siglo X): Fue llevada a cabo en las tierras del norte del Duero y estribaciones de los Pirineos. Consistía en la ocupación de la tierra por parte de campesinos con solo cultivarlas. Este modelo de ocupación dio lugar a la abundancia de pequeñas propiedades y hombres libres, aunque con el tiempo muchos de ellos terminaron convirtiéndose en siervos al amparo de un señor.
● Repoblación concejil (A partir del siglo XI): Tuvo lugar en una zona amplia con escasa población, tierras al sur del río Duero, Valle del Ebro y sur de Cataluña, aunque también se aplicó tras la conquista de Toledo (1085) en el Valle del Tajo. Consistió en la división del territorio en concejos con grandes términos o alfoces, con una ciudad o villa que actuaba como capital y numerosas aldeas a su alrededor. El rey otorgaba al concejo un Fuero o Carta Puebla (privilegios y normas que regulaban la vida municipal). Este modelo mantuvo al pequeño y mediano propietario, y facilitó el desarrollo de la burguesía y de una oligarquía urbana.
● Repoblación de las órdenes militares (Siglos XII y XIII): Tuvo lugar en las tierras situadas entre el río Tajo y Sierra Morena, así como la zona de Teruel y norte de Castellón. Se trataba de zonas extensas y poco pobladas entregadas por los reyes, y en cuya conquista destacaron tres Órdenes Militares (Alcántara, Santiago y Calatrava). Este modelo dio lugar a la aparición de latifundios y encomiendas, donde se construyeron castillos, se estimuló la servidumbre y se instalaron grandes rebaños de ganado ovino, potenciando el futuro comercio de lana de Castilla.
● Repoblación por repartimiento (A partir del siglo XIII): Se desarrolló en el Valle del Guadalquivir y litoral levantino. Tras la ocupación de una ciudad y medios rurales, los oficiales reales hacían inventario de los bienes obtenidos y los distribuían entre quienes habían participado en su conquista. Los repartimientos se dividían en lotes según la condición social: donadíos (grandes latifundios entregados al alto clero, órdenes militares y nobleza) y heredamientos (donaciones entregadas a caballeros y peones)
Organización política, social y económica de los reinos cristianos
Aunque en las monarquías hispánicas medievales el rey era la figura fundamental del gobierno, en torno al monarca fueron apareciendo un grupo de personas que le ayudaban en estas tareas. Con el paso del tiempo este círculo se amplió y dio lugar a la aparición de las Cortes, reunión de la nobleza, clero y estado llano o ciudades, cuya función era discutir y votar las peticiones que realizaba el rey. Las Cortes presentaron una estructura similar en todos los reinos, salvo algunas diferencias en su poder y funciones. Mientras que en Castilla se impuso un modelo autoritario de monarquía, donde el rey tenía amplios poderes y las Cortes fueron consultivas; en la Corona de Aragón se implantó un modelo pactista del rey con la nobleza, en el que las Cortes tuvieron un poder legislativo importante.
La sociedad cristiana medieval presentó una estructura estamental (nobleza, clero y estado llano) no muy diferente a la europea. La nobleza y el clero tenían privilegios fiscales, sociales y jurídicos, frente a una gran mayoría de la población que carecía de ellos. A partir del siglo IX tuvo lugar una feudalización de la sociedad cristiana medieval, en la que se produjo una erosión del poder monárquico frente a una nobleza fortalecida, y en la que el poder central fue sustituido por relaciones de fidelidad entre vasallo y señor.
En cuanto a la economía, durante la formación de los primeros reinos cristianos fue básicamente agraria y a medida que la reconquista avanzó, la producción también mejoró. En la Corona de Castilla tuvo gran importancia el regadío y la ganadería, que prosperó gracias a los ingresos que obtenía la monarquía, y que fue respaldada con la creación de Honrado Concejo de la Mesta (1273). Otras actividades fueron la textil, la metalurgia o la construcción naval. En la Corona de Aragón, también se dio un desarrollo agrario y ganadero que impulsó los intercambios comerciales en las ciudades junto a otras actividades artesanales. Todo esto favoreció el comercio internacional a través del mar Mediterráneo, dando paso a la creación de los consulados de mar (tribunales especializados).
Entre los siglos XI y XIII la economía y la demografía peninsular vivió una etapa de expansión, lo cual no evitó que a partir del siglo XIV comenzó una fase de declive que duró hasta el siglo XV. Las malas cosechas, la llegada de la peste negra (1348) y la existencia de una agricultura muy primitiva, provocaron una crisis que trajo consigo una serie de problemas sociales como el aumento de la violencia entre familias nobles por acaparar más tierras; las revueltas campesinas por el aumento de la presión económica; y las persecuciones contra las minorías (judíos y musulmanes).
Repoblaciones: de la presura a los fueros y concesiones reales. 711-1250
a) Evolución política de los reinos cristianos (siglos XIV y XV)
En el siglo XIV la Península Ibérica se dividió en cuatro unidades políticas cristianas: el Reino de Portugal, la Corona de Castilla, la Corona de Aragón y el Reino de Navarra.
a1) Reino de Portugal
Completó su avance territorial hacia el sur con la conquista del Algarve en el año 1239. Desde entonces se mantuvieron numerosas disputas fronterizas contra los castellanos, que, unidas a una serie de conflictos internos, marcaron la evolución de Portugal hasta el siglo XV. También durante este periodo, Portugal se convirtió en una potencia económica, social y cultural, siendo el primer Estado europeo que navegó hasta África y el lejano Oriente.
a2) Corona de Castilla
Tras un final de siglo caracterizado por la sublevación de la nobleza y las ciudades en 1282 liderada por el infante Sancho (futuro Sancho IV), en contra su padre Alfonso X, el siglo XIV se caracterizó por ser un periodo de luchas entre la monarquía y la nobleza.
Este último grupo, que durante toda la etapa de la Reconquista había obtenido una gran fuerza y riqueza, aprovechó los momentos de debilidad de los reyes para protagonizar diversas rebeliones, y de ahí que, durante este siglo, la monarquía trató de recuperar ese poder perdido apoyándose en la burguesía comercial y los judíos. En línea con esta manera de proceder de los reyes, Alfonso XI, tras imponer la institución del regimiento en las ciudades y crear la figura del corregidor, puso en vigor el Ordenamiento de Alcalá, a través del cual el código legal de las Partidas (cuyo intento de imposición provocó en parte la crisis de 1282), se convirtió en la fuente principal del derecho en Castilla hasta el siglo XIX.
Uno de los mayores conflictos tuvo lugar durante el reinado de Pedro I (a mediados del siglo XIV), el cual intentó someter a Iglesia y a la nobleza. Como resultado estalló una guerra civil que finalmente ganó su hermanastro Enrique de Trastámara, iniciándose así una nueva dinastía en la Corona de Castilla. Este monarca ha de enfrentarse a la hostilidad de ingleses, navarros, portugueses y aragoneses, con el único apoyo de Francia, lo que obliga a la participación castellana en la Guerra de los Cien Años. Las continuas guerras y el pago de soldadas (como la de Bertrand Duguesclin) han tenido efectos negativos sobre las arcas de la corona y de la nobleza. Para restaurar las primeras se emprende una devaluación monetaria; para las segundas, se realizan las "mercedes enriqueñas", que otorgan a los nobles bienes y rentas, fortaleciendo a la nobleza, con la consecuente merma en el poder regio, y es por eso por lo que los reyes posteriores volvieron a intentar reforzar su poder y el de la administración central, generando conflictos y rebeliones.
En las décadas centrales del siglo XV el sistema de alianzas cambiaría continuamente, si bien se diferencian dos bandos:
● El liderado por Enrique y Juan, infantes de Aragón (descendientes de Fernando I de Antequera e hijos de Alfonso el Magnánimo de Aragón), quienes buscaban socavar el poder real.
● El otro grupo tenía como cabeza más visible a Álvaro de Luna, quien derrotará a Enrique y a Juan en la batalla de Olmedo (1445). A pesar de las medidas tomadas para fortalecer la monarquía, la fuerza de los nobles había crecido enormemente, y estos no aceptaban de buen grado el poder de Álvaro de Luna. Dirigidos por Juan Pacheco (ayo del heredero a la Corona de Castilla) y con el apoyo de Juan de Navarra consiguieron que Juan II de Castilla condenará a muerte a Álvaro de Luna, lo cual supuso una merma en el poder regio nuevamente.
Respecto a la política exterior, y durante el siglo XIV, la Corona de Castilla se centró en tres aspectos: el reino nazarí de Granada (reino al que sometió a vasallaje, solicitándole parias, al tiempo que se aprovechaba de las crisis políticas internas que padeció), las rutas marítimas por el estrecho de Gibraltar y el mar Cantábrico, y el inicio de la conquista de las islas Canarias.
a3) Corona de Aragón
También se caracterizó por los problemas políticos entre la monarquía y la nobleza. Aquí el monarca sí logró imponerse a la nobleza gracias al importante apoyo de la burguesía catalana, sin embargo, a cambio tuvo que aceptar la creación de la Generalidad Catalana, órgano permanente de la Cortes encargado de velar por el cumplimiento de lo acordado en ellas. En el año 1410 se produjo la muerte sin descendencia de Martín el Humano, y tras el Compromiso de Caspe (1412) se eligió rey a Fernando I de Antequera, de la familia Trastámara, la misma que reinaba ya en Castilla. A partir de ese momento los monarcas trataron de reforzar su poder frente a la Generalidad, y esto dio lugar a la guerra civil catalana, en la que la nobleza también estuvo involucrada. La guerra supuso un hundimiento económico y político en Cataluña, que no se recuperó hasta años más tarde. Respecto a la política exterior, y ya desde finales del siglo XIII, la Corona de Aragón inició una expansión por el Mediterráneo y conquistó las islas Baleares, Sicilia, Cerdeña y el reino de Nápoles.
a4) Reino de Navarra
Atrapado desde siglos atrás entre poderosos reinos (Castilla, Aragón y Francia), comenzó desde el siglo XIV a acercarse a Francia, suponiendo esto la entrada de dinastías francesas en su gobierno. Esta situación se dio hasta comenzado el siglo XV, momento en el que Juan II de Aragón fue proclamado también rey de Navarra. Su muerte dio paso a una guerra civil, que debilitó al reino y facilitó que en el año 1512 el reino de Navarra fuera conquistado por Fernando el Católico, el cual lo anexionó a la Corona de Castilla.
b) La crisis bajomedieval
Desde mediados del siglo XIV Europa vivió una etapa de crisis que se prolongó hasta bien entrado el siglo XV. En demografía, la población de los reinos cristianos peninsulares se vio afectada por las malas cosechas, las cuales provocaron hambrunas y problemas de alimentación, y como consecuencia aumentaron las epidemias. En el año 1348 tuvo lugar la peste negra, la cual se introdujo en la Península desde Mallorca, extendiéndose posteriormente por la Corona de Aragón, Castilla y Portugal. Sus consecuencias demográficas fueron terribles, pereciendo entre el 25 y el 35% de la población.
En economía, la agricultura siguió siendo la principal fuente de riqueza. Sin embargo, durante este periodo continuó siendo muy primitiva, con una producción escasa que apenas abastecía a una población en crecimiento. Entre finales del siglo XIII y principios del siglo XIV destacó un pequeño cambio climático, la Pequeña Era Glacial, que supuso un aumento de lluvias y heladas que mermaron la producción agrícola. Este hecho trajo importantes hambrunas y desnutrición en las Coronas de Castilla y Aragón, que unido a la peste negra agravó el problema. Además, y debido a la epidemia, las consecuencias económicas fueron negativas: muchas tierras de cultivo se abandonaron y la actividad ganadera aumentó.
El hambre y la peste no llegaron solas. La guerra se sumó como factor negativo para agravar esta crisis. Los conflictos mencionados (las guerras civiles en Cataluña o en Castilla entre Pedro I y Enrique), se sumaron al que enfrentó a Aragón y Castilla (conocido como la guerra de los dos Pedros, detallada en el vocabulario).
La Corona de Castilla fue la primera en recuperarse de esta crisis, de la que salió como reino preponderante. El desarrollo de la actividad de la lana permitió una recuperación de las actividades artesanales textiles a partir del siglo XV, y la exportación de sus productos hacia Europa y norte de África contribuyó a la recuperación económica. A esto se sumó la fundación de nuevas ferias por parte de los reyes, como las de Medina del Campo, que vivieron un momento de esplendor en esta etapa que permitió una población de unos cuatro millones de habitantes.
En la Corona de Aragón, aunque hacia 1480 poseía una población de unos 800.000 habitantes las consecuencias que trajo la crisis económica fueron más negativas. No obstante, hubo diferencias entre los reinos que la conformaban:
● Cataluña, perdió casi la mitad de su población y buena parte del comercio exterior. Este hecho trajo consigo un aumento de la conflictividad social, tanto urbana como rural.
● Aragón, que había perdido una quinta parte logró recuperar sus efectivos.
● Valencia. Mientras que Barcelona se desplomó, Valencia heredó una buena parte de su tráfico comercial, con un crecimiento significativo en la segunda mitad del siglo XIV. Es una de las señales de la diferente evolución ante la crisis de ambos territorios de la Corona de Aragón.
Respecto a la sociedad bajomedieval, la combinación de la crisis económica con la crisis demográfica provocó una importante problemática social:
● La pérdida de la población en el campo y la caída de la producción trajo consigo una disminución de las rentas señoriales. Ante esta situación la nobleza trató de recuperar sus ingresos con nuevos impuestos y obligaciones a los campesinos (los “malos usos” son un ejemplo). También fruto de la crisis se incrementó la violencia nobiliaria contra los campesinos y el rey, suponiendo la destrucción de muchos bienes y cosechas.
● Ante la presión económica ejercida por los nobles, los campesinos también reaccionaron con violencia. Destacó la revuelta de los payeses de remensa catalanes (1462), campesinos sujetos a la tierra y a servidumbre; y las revueltas irmandiñas gallegas (1469)
● Se produjo un aumento de la violencia contra las minorías sociales. La crisis del siglo XIV, considerada como castigo divino, y sus consecuencias negativas incrementaron la hostilidad hacia los judíos, y los ataques a su comunidad se sucedieron intermitentemente. Destacaron los pogromos que se iniciaron en Andalucía en 1431 y que se extendieron por el resto del reino.