Isabel la Católica se casó en 1469 con Fernando II de Aragón y a la muerte de su hermano Enrique IV de Trastámara en 1474, entabló una guerra con su sobrina Juana la Beltraneja por la sucesión al trono castellano. Al final de la misma Isabel fue nombrada reina de Castilla (Paz de Alcaçovas, 1479).
Con el matrimonio de los Reyes Católicos, y a partir de 1479 cuando Fernando II se convirtió en Rey de Aragón, se unieron ambas Coronas, creándose una nueva entidad política: la monarquía hispánica. Esta unión fue de carácter dinástico (Trastámara), puesto que cada reino conservó sus leyes e instituciones, así como las monedas o aduanas. Se formó un Estado plural, pero unitario, integrado por unos territorios que sólo tenían en común una misma monarquía. La palabra España se refería a la asociación de todos los pueblos de la Península Ibérica, pero no tenía un significado político; los Reyes Católicos no utilizaron la denominación de Reyes de España sino de los diferentes reinos que la formaban. En la nueva monarquía, las leyes y disposiciones reales eran firmadas por representantes de ambos reinos, cuyas instituciones juraron mutua lealtad. El mayor peso territorial, demográfico y económico correspondió sin embargo a Castilla.
a) Política interior
Los Reyes Católicos se propusieron transformar una monarquía de carácter feudal en una monarquía autoritaria, para ello llevaron a cabo diversas medidas:
● Sometieron por las armas a la nobleza y a los grandes señores eclesiásticos e impusieron su autoridad. Después recuperaron parte del patrimonio real en manos de los señores, aunque aceptaron garantizar a la aristocracia y a la Iglesia su poder e influencia a cambio de su sumisión política. Las Leyes de Toro (1505) generalizaron el mayorazgo (que vinculaba las tierras a los grandes títulos nobiliarios, transmitidas al primogénito y que no podían venderse).
● Llevaron a cabo una serie de reformas institucionales para reforzar el poder real:
Reorganización del Consejo Real de Castilla (1480), creado en el siglo XIV, que se convirtió en el principal órgano de gobierno. De él se fue apartando a la gran nobleza y se introdujo a funcionarios con formación jurídica. Se crearon nuevos cargos como los secretarios reales (intermediarios entre los consejos y los reyes) y los virreyes (representantes de los monarcas en los territorios en los que no estaba éste). Junto al Consejo Real de Castilla se establecieron otros para el gobierno de los reinos, tales como el Consejo de Aragón, el Consejo de Navarra, el Consejo de la Inquisición y el Consejo de las Órdenes Militares (Santiago, Alcántara y Calatrava), que administraba a las tres Órdenes castellanas.
Pérdida de protagonismo de las Cortes, sobre todo en Castilla, que únicamente se reunían cuando los monarcas necesitaban recursos financieros o tenían que confirmar al nuevo rey.
Creación de un ejército profesional y permanente, en el que la nobleza, apartada de la política, conservó cargos y prerrogativas.
Establecimiento de un control real sobre los municipios en Castilla a través del nombramiento de corregidores, que presidían los ayuntamientos preservando los intereses reales y tenían funciones administrativas, judiciales y de orden público.
Creación de la Santa Hermandad (1476), con atribuciones policiales, judiciales y de recaudación de impuestos. Perseguía a los delincuentes, juzgándoles y en su caso ejecutándoles.
Reorganización del sistema judicial: Junto a la Audiencia o Chancillería de Valladolid, se creó otra en Granada. En Aragón continuó vigente la figura del Justicia Mayor, cuya misión era ejercer de árbitro entre el rey y sus súbditos. En Cataluña y Valencia siguieron funcionando sus propias instituciones judiciales.
● Establecieron la unidad religiosa mediante el reforzamiento del Tribunal de la Santa Inquisición (1478). La Inquisición se convirtió en un instrumento de control ideológico y de unidad religiosa, dirigida contra los sospechosos de herejía, y especialmente los judíos y musulmanes convertidos al catolicismo (conversos). Además, se convirtió en un medio para reforzar el poder real, ya que era la única institución que podía actuar tanto en Castilla como en Aragón, y dependía directamente de los monarcas. La política de unidad religiosa se completó con el Decreto de expulsión de los judíos (1492) que fueron obligados a emigrar en caso de no convertirse. Tras la conquista de Granada, si bien en un principio respetaron la libertad religiosa para los musulmanes, en 1502 se les obligó también a convertirse al cristianismo o abandonar España. La mayoría aceptó el bautismo, pero sin convicción, y siguió practicando la religión islámica más o menos clandestinamente; los mudéjares se transformaron así en moriscos (musulmanes cristianizados)
b) Política exterior
La política exterior de los Reyes Católicos estuvo enfocada a la consecución de los siguientes objetivos:
● Con el objetivo de aislar a Francia, la corona española realizó una intensa política de alianzas matrimoniales entre sus hijos y diversos reinos europeos: Juana se casó con Felipe (hijo del emperador Maximiliano I de Austria), Catalina con el futuro rey de Inglaterra Enrique VIII, e Isabel y luego María con el rey de Portugal.
● Los Reyes Católicos ampliaron los dominios peninsulares. A partir de 1482 iniciaron la conquista del reino nazarí de Granada, último reducto musulmán de la Península, que culminó en 1492 con la anexión de este territorio a Castilla. Años más tarde, el rey Fernando consiguió anexionar también el reino de Navarra (1512). Además, el rey Fernando recuperó los territorios del Rosellón y la Cerdaña (1493) que su padre Juan II había cedido al rey de Francia; consolidó el dominio aragonés de Nápoles (1504); y en el norte de África se conquistaron varios enclaves como Melilla, el Peñón de la Gomera, Orán, Bugía y Trípoli, con vistas a detener el avance musulmán por el Mediterráneo occidental.
● La expansión hacia el Atlántico se plasmó con la conquista de Canarias (1496) y el descubrimiento de América. Precisamente en este contexto cabe destacar la figura de Cristóbal Colón, que tras el rechazo de Juan II de Portugal a sus planes para abrir una nueva ruta hacia las Indias por Occidente, presentó su proyecto a los Reyes Católicos y firmaron las Capitulaciones de Santa Fe (3 agosto de 1492) posibilitando una expedición que partió de Palos de la Frontera con dos carabelas y una nao, además de 105 hombres. Después de una escala en Canarias, las embarcaciones iniciaron la travesía rumbo al Oeste y el 12 de octubre alcanzaron tierra en la isla de Guanahaní (archipiélago de las Bahamas), a la que Colón llamó San Salvador. Tras su regreso y con las expectativas de riqueza que se crearon, se organizó una nueva expedición mayor que la anterior, que consiguió llegar a La Española. Colón realizó otras dos expediciones más, antes de su muerte en 1506. La concesión de las tierras descubiertas a la Corona de Castilla realizada por el Papa Alejandro VI fue considerada por Portugal como una usurpación de sus derechos; para evitar conflictos los Reyes Católicos firmaron el Tratado de Tordesillas (1494) por el que se trazaba una línea imaginaria a 370 leguas al Oeste de las Islas Cabo Verde. Las tierras situadas al Oeste de este meridiano serían para Castilla, y las del este para Portugal. Tras los viajes de Colón se procedió a la conquista y exploración de nuevos territorios en América: Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa y Américo Vespucio en 1499 navegaron por Venezuela y Brasil; Juan de la Cosa hizo el primer mapa de América en 1500; Nuñez de Balboa descubrió el océano Pacífico en 1513.
Durante el siglo XVI España formó un gran imperio, hasta el punto de convertirse en la principal potencia del mundo. Este periodo coincidió con el reinado de los Habsburgo o de los Austrias mayores, dinastía iniciada por Carlos I y continuada por su hijo Felipe II.
a) El reinado de Carlos I de España y V de Alemania (1517-1556)
Carlos nació en el año 1500 y como consecuencia de la política matrimonial llevada a cabo por sus abuelos, consiguió una combinación de reinos y territorios que le hicieron ser el rey más poderoso de su tiempo. Con la muerte de su padre Felipe el Hermoso, Carlos I heredó los Países Bajos y el Franco Condado. La muerte de Fernando el Católico, su abuelo materno, y la incapacidad para gobernar de su madre Juana (la Loca) le hicieron convertirse en rey de Aragón, de Sicilia, de Nápoles, y de Castilla, junto a los territorios que se habían ocupado en América. En Centroeuropa recibió la herencia de su abuelo paterno Maximiliano I de Austria, del que consiguió además los derechos al título de emperador del Imperio Romano Germánico. A todo ello habría que añadir los territorios que se conquistaron durante su reinado, entre los que se encontraban el Milanesado y nuevas plazas africanas y americanas. Todo este legado se caracterizó por la heterogeneidad de sus territorios, los cuales mantuvieron sus propias leyes, gobierno y costumbres, teniendo únicamente en común la figura del monarca.
En política interior los comienzos de Carlos como rey de España no fueron nada fáciles, y tuvo que enfrentarse a dos grandes problemas: las Comunidades y las Germanías. Su llegada en 1517 sin saber hablar nuestra lengua y desconociendo los usos y costumbres de sus tierras, provocaron una mala imagen entre la población castellana y aragonesa. Además, Carlos llegó rodeado de consejeros extranjeros que ocuparon los principales cargos y sacaron riquezas del país. Este hecho facilitó la revuelta de las Comunidades de Castilla, iniciada en 1520, y que surgió como un movimiento de los representantes de las ciudades en las Cortes castellanas encaminado a ejercer el control sobre la monarquía y sobre la nobleza, además de convertirse en una protesta castellana contra los consejeros extranjeros del rey y su política imperial, así como un conflicto de los campesinos contra el régimen de propiedad nobiliaria. La ciudad de Toledo fue fundamental en el desarrollo de los acontecimientos. Sin embargo, el carácter social y antiseñorial que fue adquiriendo la revuelta propició que la nobleza, que en un principio se mostró partidaria de los comuneros, acabara finalmente alejándose de ellos y apoyara al emperador. Tras esta unión los comuneros fueron derrotados en la batalla de Villalar (1521), y sus líderes (Padilla, Bravo y Maldonado) fueron decapitados y el movimiento aplastado. El otro gran problema al que tuvo que hacer frente Carlos se desarrolló en Valencia y Mallorca, lugares donde estalló la revuelta de las Germanías. Fue un conflicto social de los más débiles (artesanos, pequeña burguesía y campesinos) contra los poderosos, los cuales pidieron protección al monarca frente a los abusos de estos. Al final Carlos I terminó aliándose con la nobleza y los agermanados fueron derrotados en 1521.
La política exterior de Carlos V también se caracterizó por los problemas que tuvo que abordar, los cuales se derivaron de su idea fallida de conseguir una monarquía universal y cristiana. Precisamente la herencia recibida del Imperio alemán y la enorme extensión territorial de sus posesiones alentaron en Carlos esa idea imperial, en la que quería reunir a toda la cristiandad bajo el mando del emperador y luchar contra los enemigos del catolicismo. Al final esta idea resultó un fracaso por la tendencia a la creación de estados nacionales, la división de la cristiandad y las crisis que surgieron en sus territorios. Prueba de ello fueron los siguientes enfrentamientos:
● Contra Francia. El emperador hizo seis guerras contra Francia. La primera estalló en 1521 cuando los franceses invadieron Navarra y, desde su posesión de Milán, Trataron de asegurar su hegemonía en el norte de Italia. Fueron rechazados en Navarra y derrotados en el Milanesado en la batalla de Pavía (1525). Las luchas se reanudaron en 1536 en Italia y en las fronteras de Flandes y los Países Bajos hasta tiempos de Felipe II, quien derrotaría a los franceses en San Quintín en 1557.
● Contra el Imperio turco otomano. La confrontación se mantuvo en dos escenarios. En Centroeuropa, donde los ejércitos de Solimán el Magnífico ocuparon Hungría y sitiaron Viena. En la zona occidental del Mediterráneo, contra los corsarios protegidos por el imperio otomano, en especial Barbarroja.
● Contra los príncipes protestantes, que acabaron con la ruptura de la unidad de la Iglesia Católica (Paz de Augsburgo, 1555).
Cansado de todos estos conflictos, Carlos V decidió abdicar en 1556 y dividió sus territorios entre su hijo Felipe II y su hermano Fernando, al cual entregó los derechos imperiales y los territorios austriacos.
b) El reinado de Felipe II (1556-1598)
El reinado de Felipe II comenzó en 1556 y sus grandes objetivos fueron la defensa del catolicismo y el mantenimiento de la hegemonía dinástica en Europa. Felipe II también llegó a ser el monarca más poderoso de su tiempo, ya que, junto a sus posesiones hispánicas, americanas y de Filipinas, desde 1580 se convirtió además en rey de Portugal, uniendo así los dos imperios coloniales más grandes de la época. Sin embargo, a pesar de este amplio poder, en política interior tuvo que hacer frente a una serie de problemas como la sublevación de los moriscos de las Alpujarras (1568), cuya presencia suponía un problema religioso y político al considerarse que estos podían aliarse con los turcos y berberiscos. Este aspecto motivó por parte del rey que se prohibiera el uso de su lengua y la práctica de sus costumbres, dando lugar a una sublevación que fue duramente reprimida, y en la que miles de moriscos fueron deportados a otras regiones castellanas para evitar una posible unión futura entre ellos. Otro problema fueron las alteraciones de Aragón (1591), rebelión que se agravó con el caso de Antonio Pérez, antiguo secretario del rey, que fue acusado de traición y asesinato. Pérez huyó de la justicia y se refugió en Zaragoza acogiéndose a los fueros de Aragón. Para poder detenerle, el rey le acusó de hereje para que la Inquisición pudiera intervenir en este territorio. Las autoridades aragonesas decidieron protegerlo amparándose en sus fueros y provocaron diversas revueltas. Al final el rey tuvo que intervenir militarmente restableciendo la normalidad, pero Antonio Pérez logró huir al extranjero.
En política exterior, Felipe II mantuvo los principios de su padre, aunque no estuvo libre de problemas. La sublevación de las provincias protestantes de los Países Bajos fue el problema fundamental del monarca. Como consecuencia de ello la zona sur católica (Bélgica) aún permaneció unida a España, mientras que la zona norte (futuras Provincias Unidas de Holanda) inició su camino hacia la independencia. Otro conflicto importante fue el que enfrentó a España con Inglaterra, que terminó con el envío de la Armada Invencible española con la intención de invadirla. Al final dicha expedición acabó fracasando cuando la flota naufragó frente a las costas inglesas en 1588. El tercer problema de Felipe II fueron los turcos que se estaban expandiendo por el Mediterráneo. Para ello el monarca se alió con Venecia y con el Papa creando la Santa Liga, que logró reunir una importante flota que derrotó a los turcos en Lepanto (1571), frenando el avance turco y creando un equilibrio de potencias en el Mediterráneo. La costosa política exterior acabó provocando una crisis de la Hacienda, y el estado se declaró en bancarrota hasta en tres ocasiones.
c) La organización institucional y la colonización americana durante los Austrias mayores.
Otro aspecto llamativo del gobierno de los Austrias mayores fue su organización institucional, donde destacó una monarquía autoritaria caracterizada por la tendencia a la concentración del poder de los monarcas, así como el llamado gobierno polisinodial, que consistió en la existencia de unos consejos encargados de asesorar al monarca con una serie de funciones:
● Consejos Supremos (con competencias en todos los territorios), que incluían el Consejo de Estado (asuntos más graves), Consejo de Guerra (asuntos de guerra) y Consejo de la Inquisición (materia de fe)
● Consejos materiales (con competencias sólo en Castilla y según materia responsable) que incluían el Consejo de Órdenes, el Consejo de Cruzada y el Consejo de Hacienda
● Consejos territoriales (órganos asesores según territorio) que incluían los de Castilla, Aragón, Portugal, Indias, Flandes, Navarra e Italia.
También durante el periodo de los Austrias mayores y desde que Colón llegara a América en 1492, tuvo lugar la conquista y exploración de nuevos territorios americanos (Venezuela, Colombia, primera vuelta al mundo, llegada al océano Pacífico, conquista del imperio azteca e inca, Filipinas, entre otros). Las nuevas tierras fueron anexionadas a la Corona de Castilla, que ejerció su control político y económico, y se creó el Consejo de Indias y la Casa de Contratación de Sevilla (monopolio comercial americano). Los organismos administrativos fueron similares a los de Castilla y se instauraron:
● Los cabildos. Institución que estructuraba el municipio colonial. Sus antecedentes se sitúan en el antiguo concejo castellano. Entre sus funciones estaba la concesión de tierras, la elección y deposición de las autoridades, el reclutamiento de fuerzas militares o la administración de justicia en nombre del rey. Su jurisdicción también incluía un vasto hinterland (área de influencia) rural.
● Los virreinatos (Nueva España y Perú), como organización territorial superior
● Audiencias, para ejecutar funciones judiciales y de gobierno, en las que se destacó una legislación específica (Leyes de Burgos y Leyes Nuevas de Indias).
Además, los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para la Corona de Castilla gracias a las explotaciones mineras (destacaron las minas de plata) y agropecuarias (se empleó el sistema de las encomiendas, donde un grupo de indígenas se entregaba a un colonizador para que realizase trabajos obligatorios y pago de impuestos a cambio de protección y evangelización; y el sistema de mita, trabajo forzoso de los indígenas en las minas).
d) La economía del Imperio
La política de Carlos I y Felipe II requirió aportaciones de grandes cantidades de dinero. El dinero que disponía la monarquía procedía de tres fuentes:
El patrimonio regio.
Las llegadas de oro y plata de América. Estas remesas de metales preciosos que provocaron en aumento de los precios en toda Europa, pues hubo una afluencia de este metal desde España hacia el resto del continente europeo por medio del pago de la deuda de los préstamos que la monarquía había con banqueros (sobre todo con los alemanes y los genoveses) para financiar los numerosos compromisos de la monarquía. A cambio de este dinero, el rey otorgaba a estos prestamistas el cobro de determinados impuestos. La dificultad de realizar los pagos derivados de estos empréstitos, y la reducción de la llegada de oro americano, provocó la bancarrota de la hacienda real en varias ocasiones durante el reinado de Felipe II.
Los ingresos fiscales (impuestos). Fundamentalmente eran los servicios (otorgados por las Cortes por un tiempo determinado), las alcabalas (aproximadamente un 10% sobre las ventas) y los millones (impuesto gravado sobre productos de primera necesidad).
Durante el siglo XVII se produjo una pérdida de la hegemonía española en Europa y el mundo. En el año 1598 tuvo lugar la muerte de Felipe II, y su sucesor lejos de asumir las tareas de gobierno del imperio más poderoso del mundo, se inclinó más por el ocio y la vida cortesana. Comenzó así una etapa negra en la historia de España coincidente con tres monarcas, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, también conocidos como los Austrias menores. Sin embargo, esta decadencia no se debió únicamente a la mala gestión política de dichos monarcas, también este periodo coincidió con una crisis económica y demográfica que se vivió a nivel europeo.
En el plano demográfico, durante el siglo XVII España vivió un descenso de la población motivado por las continuas guerras, la emigración a América, las epidemias y la expulsión de los moriscos. En lo que se refiere a la economía, la crisis, que ya fue visible en los años finales del reinado de Felipe II, se agravó aún más con sus sucesores. Las causas de este retroceso fueron varias: la producción agrícola descendió por el descenso de la población, la falta de demanda, las plagas, las malas cosechas o las fluctuaciones de los precios agrarios. El comercio interior disminuyó por los malos transportes y los obstáculos aduaneros, la industria textil vivió un retroceso por los elevados costes con que se producía, y el comercio exterior se estancó por los bloqueos marítimos y la fuerte competencia inglesa, holandesa y francesa. A todo esto, se sumó la disminución de las cantidades de oro y plata que llegaban de América y la subida de los impuestos necesarios para mantener la política internacional de los Austrias.
a) El reinado de Felipe III (1598-1621)
Poco interesado por las tareas de gobierno, ya desde un principio el monarca dejó los asuntos de Estado en manos de un favorito o valido, especie de primer ministro designado por el monarca y que actuaba en nombre de él. Durante esta etapa el elegido fue el duque de Lerma y su política interior se caracterizó por la grave situación económica y la expulsión de los moriscos. En el año 1607 la Hacienda Real se declaró en bancarrota por la crisis financiera heredada del gobierno anterior (numerosas guerras, deudas y gastos excesivos de la corte). A este problema se le sumó la expulsión definitiva de los moriscos (1609), cuyas consecuencias económicas fueron muy graves para algunos territorios como Valencia o Aragón. En la política exterior, el reinado de Felipe III se caracterizó por ser una etapa de paz, aunque frágil y costosa. Tanto el monarca como su valido consideraron que la única solución para evitar la ruina total era la de optar por una vía pacífica o de acuerdos en las guerras que mantenían. De esta forma se firmó la Paz de Londres (1604) con los ingleses, se acordó una Tregua de los Doce Años (1609-1621) con los holandeses, además de enlaces matrimoniales con Francia.
b) El reinado de Felipe IV (1621-1665)
En el año 1621 se produjo la subida al trono de Felipe IV, el cual, al igual que su padre, también delegó el poder en un valido, el Conde-Duque de Olivares.
En política interior habría que destacar la política reformista de Olivares, plasmada en el llamado Gran Memorial, enviado al rey en 1624. En él reflexionaba sobre las instituciones y los instrumentos de Gobierno de la monarquía y proponía la necesidad de una mayor uniformidad en legislación y la contribución a las cargas de la monarquía por parte de todos los reinos siguiendo el modelo fiscal y legal castellano. La idea principal era reforzar la autoridad real y alcanzar la unidad entre los distintos reinos. Entre las medidas ideadas por Olivares a través de la Junta Grande de Reformación estarían la reducción de oficios y empleos cortesanos, la protección de las actividades artesanales y el comercio, la abolición del impuesto de los millones, a la creación de erarios estatales y montes de piedad, así como medidas para aumentar la población.
Otro de los instrumentos con los que Olivares intentó implicar a todos los reinos en los esfuerzos bélicos fue la Unión de Armas. Esta establecía un sistema de cuotas en el cual cada reino debía proporcionar un número determinado de hombres armados y pagados en caso de guerra. Ambas iniciativas fracasarían por las resistencias que generaron.
Esta iniciativa no supuso la solución de los problemas, debido al enorme peso de las necesidades económicas y militares de la Corona (subida de impuestos, venta de cargos públicos, préstamos bancarios, …) y la dura oposición de los distintos reinos. Precisamente el fracaso de la política interior hay que ponerlo en relación con la política exterior, caracterizada en este periodo por la agresividad y el intento de recuperar el prestigio imperial que España había perdido en Europa. Durante esta etapa se inició la guerra de los Treinta Años (1618-1648) contra los príncipes protestantes alemanes, que al final acabó convirtiéndose en una guerra general que implicó a varios estados europeos, incluyendo a Francia (católica), cuya intervención fue decisiva para la derrota militar española en la batalla de las Dunas (1659) y la batalla de Rocroi (1643).
b1) Rebelión de Cataluña e independencia de Portugal (1640).
El deterioro de las relaciones entre la Generalidad y el gobierno de Olivares derivaron en un enfrentamiento entre los tercios y los campesinos, sin que el virrey Santa Coloma pudiera resolverlo. Esto provocó la rebelión del Corpus de sangre de Barcelona. Los levantados entraron en Barcelona vestidos de segadores, asesinaron al virrey y declararon la república catalana liderada por Pau Claris. Esta situación, sumada a la exigencia de Olivares a que los catalanes costearan la manutención de las tropas que allí luchaban, derivó en una revuelta social que forzó a la oligarquía catalana a pedir ayuda a la Francia de Luis XIII, quien fue declarado conde de Barcelona y aprovechó para ocupar nuevamente el Rosellón. Tras el asedio y capitulación de Barcelona en 1652 por Juan José de Austria y la firma de la Paz de los Pirineos, el territorio catalán retornó a la corona de la Monarquía Hispánica, que se comprometió a respetar los fueros catalanes y concedió un indulto a los sublevados.
Ese mismo año (1640) Portugal se declaró independiente, a raíz del empeoramiento de su situación y su fuerte presión fiscal motivada por las continuas guerras libradas por la monarquía hispánica. Con la firma de la Paz de Westfalia de 1648 se puso fin a la Guerra de los Treinta Años, pero también significó el reconocimiento de la independencia de Holanda y el final de la hegemonía de los Austrias en Europa. Años después tuvo lugar la Paz de los Pirineos (1659) con Francia, en la que se tuvo que ceder una parte de Cataluña, varias plazas de Flandes y Luxemburgo, y concesiones comerciales en América. Además, todos estos conflictos y problemas debilitaron la defensa del imperio, y provocaron las primeras pérdidas territoriales en América.
c) El reinado de Carlos II (1665-1700)
Carlos II subió al trono siendo aún un niño, por lo que su madre Mariana de Austria tuvo que asumir la regencia. Esta situación no cambió con su mayoría de edad, debido en gran parte a la frágil salud del monarca, enfermo toda su vida. En líneas generales su reinado se caracterizó por la inestabilidad política, las luchas por el poder, la pérdida del prestigio internacional y los problemas sucesorios que acabaron con la dinastía de los Austrias. Si analizamos el periodo de regencia, Mariana de Austria se apoyó en consejeros poco preparados y corruptos, los cuales buscaron enriquecerse a toda costa. Este hecho favoreció la crisis de la monarquía, con un poder del Estado que se fue diluyendo cada vez más, al tiempo que la aristocracia y la Iglesia ampliaron sus privilegios. En política interior, aunque la economía mejoró, las revueltas sociales no desaparecieron y a finales del siglo XVII estalló en Valencia la Segunda Germanía, y en Madrid el Motín de los Gatos. En política exterior la situación no mejoró y se caracterizó por las continuas agresiones de la Francia de Luis XIV, que terminaron con la cesión del Franco Condado en 1678. Pero el mayor problema tuvo lugar durante el gobierno personal de Carlos II, cuando después de dos matrimonios no había tenido hijos y comenzó a plantearse un problema sucesorio. Había que buscar un heredero en el exterior y fueron dos los candidatos que reunían los requisitos, Felipe de Anjou (Borbón) nieto del francés Luis XIV o Carlos de Austria (Habsburgo) que tuvo el apoyo de Inglaterra, Holanda y Austria. Tras fuertes presiones, en 1700 y antes de morir, Carlos II dejó en su testamento como heredero a Felipe de Anjou, buscando quizás el apoyo de Francia, principal potencia del momento. Esta decisión no fue aprobada por el resto de las potencias europeas y fue el desencadenante de la guerra de Sucesión española (1700-1713), vivida como una guerra civil y como una guerra europea.
d) Las Indias en el siglo XVII
En el siglo XVII se continuó con la colonización española de América Central y del Sur, mientras que franceses, ingleses y holandeses empezaron a establecerse en Las Antillas y en América del Norte. La estructura política y administrativa de la América española continuó siendo la misma que en el siglo anterior. En el plano económico las importaciones en Cádiz[1] de metales preciosos, azúcar y otros productos descendieron debido al aumento del consumo de la población blanca americana y el contrabando, que pretendía romper con el monopolio español en América.
[1] A partir de 1651 el contrabando holandés en la bahía de Cádiz era algo común relacionado con los cargamentos de plata en sus propios barcos a cambio de su cooperación como escoltas de mercantes. Junto a las mercancías cargaban plata para el comercio de la República con el Báltico, Rusia y Asia. Ya inmediatamente después de la firma de la paz de Münster y Westfalia se tenía noticias de las mercancías y la plata que viajaba entre Cádiz y Ámsterdam. El cónsul permitido por el tratado de Münster, Jacome Van den Hove (1648-1661) estimaba que la mayor parte de la plata (3 millones de ducados al año) era transferida desde la bahía de Cádiz.
a) La Guerra de Sucesión española (1702-1714)
En 1700 murió sin descendencia el último monarca de la Casa de Austria, Carlos II. Los principales candidatos a ocupar el trono fueron Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV (el Rey Sol), y el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo de Austria. El testamento de Carlos II designaba como sucesor a Felipe, decisión que provocó el temor entre las potencias europeas a que España pasara a formar un potente bloque con Francia, rompiendo de esta forma el equilibrio europeo. Austria, Inglaterra y Holanda, opuestas a la hegemonía borbónica, formaron una gran alianza y declarando la guerra a los Borbones, no tardaron en contar con el apoyo de otros estados. Es por eso que la guerra de Sucesión se vivió como una guerra europea, pero también como una guerra civil, ya que en España no todas las regiones apoyaron al mismo candidato al trono (Castilla apoyó a Felipe, mientras que la Corona de Aragón respaldó al candidato austriaco) Tras una larga guerra, que tuvo como principal escenario la península Ibérica, y a raíz de la ocupación del trono imperial por parte del archiduque Carlos en 1711, se firmaron los acuerdos de paz en los Tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714). Mediante los mismos, España tuvo que realizar importantes concesiones y perdió sus posesiones europeas (Flandes, el Milanesado, Nápoles y Cerdeña pasaron a manos de Austria, mientras que Inglaterra se quedó con Gibraltar, Menorca, y obtuvo permiso para comerciar con América). También se estableció una política de equilibrio continental europea con la finalidad de evitar que una potencia predominase sobre las demás. Finalmente quedó confirmado Felipe V en el trono de España, iniciándose una nueva dinastía, la de los Borbones.
b) El reformismo borbónico: Centralización administrativa. Decretos de Nueva Planta.
Con la llegada de Felipe V, y por tanto de los Borbones, se implantó un modelo de Estado claramente centralista con una monarquía absoluta. Esta transformación fue posible por la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, que integró los territorios de Valencia y Aragón (1707), Mallorca (1715) y Cataluña (1716) en un mismo modelo administrativo, por haber apoyado al archiduque Carlos en la guerra de Sucesión. Estos decretos suprimían los fueros, las Cortes particulares y sus diputaciones, el cargo de Justicia Mayor, el sistema fiscal y monetario propio de cada reino, y el Consejo de Aragón. En su lugar se imponían las leyes, instituciones y cargos de Castilla. Se sustituyeron los antiguos virreinatos por provincias, y al frente de cada una se puso a un capitán general, con función militar, administrativa y judicial. La lengua catalana fue reducida a la esfera privada, prohibiéndose en los actos oficiales y en los tribunales. Además, se suprimieron las aduanas que obstaculizaban y encarecían el comercio interior. Otra aportación relevante fue la creación de los intendentes en las capitales de provincia, que eran funcionarios dependientes directamente del Rey y que ejercían funciones políticas y económicas sobre sus demarcaciones respectivas. En cuanto a la administración municipal, se extendió la figura del corregidor castellano.
Además de este proceso de centralización administrativa, poco a poco también se fue sustituyendo el sistema polisinodial de los Austrias. Los Consejos fueron perdiendo peso político y se crearon las Secretarías de Despacho, dirigidas por un secretario elegido por el rey (antecedente de los actuales ministerios), que fueron variando en nombre y número a lo largo del siglo XVIII. Otra reforma del Estado se llevó a cabo en las relaciones con la Iglesia, en las que se desarrolló una política regalista consistente en el aumento de entrega de parte de los beneficios eclesiásticos obtenidos (diezmos, tercias reales, bulas de cruzada, …) a la Hacienda Real, o la potestad del Rey de presentar candidatos para ocupar vacantes episcopales. Esta política se mantuvo con los sucesores de Felipe V, y en el año 1767 tuvo lugar la expulsión de los jesuitas y la confiscación de sus bienes, acusados de promover conspiraciones políticas. Para intentar subsanar los problemas de la Hacienda Real también se llevó a cabo una reforma fiscal, en la que se pasó a un modelo de única contribución proporcional a la riqueza personal, y se elaboró el Catastro de Ensenada en 1749, proyecto que finalmente acabó fracasando. Ante la necesidad de disponer de un Ejército y una Marina eficientes, los Borbones impulsaron una serie de medidas basadas en la creación de nuevos sistemas de reclutamiento, cambios en la organización militar (regimientos) y creación de un ejército permanente y profesional. Además, la necesidad de una marina de guerra poderosa hizo necesario fomentar la construcción de nuevos astilleros y arsenales (Cádiz, Cartagena, …)
En política exterior, el reinado de los Borbones comenzó con una importante pérdida de poder tras los acuerdos internacionales firmados, y desde entonces fue constante el intento de recuperar los territorios perdidos. En este aspecto, y para contrarrestar la superioridad inglesa, España firmó un acuerdo con Francia en lo que ha venido a llamarse los Pactos de familia. La mayoría de ellos acabaron fracasando, pero en los dos primeros se consiguió que el infante don Carlos fuera reconocido rey de las Dos Sicilias, y que el infante Felipe fuera duque de Parma y Toscana. Esta política se abandonó durante el reinado de Fernando VI, pero fue recuperada por Carlos III con cierto éxito, ya que España participó en la guerra de independencia norteamericana, y se consiguió recuperar Florida y Menorca. Durante el reinado de Carlos IV se firmaron los últimos Pactos de Familia, los cuales fracasaron.
c) Despotismo ilustrado y reformismo.
La Ilustración fue una corriente de pensamiento que tuvo su origen en Francia, de donde se expandió por toda Europa. Su característica fundamental fue una ilimitada confianza en la razón, y por ello se mostraron firmes partidarios de la educación y del progreso. Defendían la igualdad y el derecho a la libertad de todos los hombres; la propiedad y la libertad de comercio e industria y se opusieron al dominio ideológico de la Iglesia y al absolutismo monárquico.
La introducción de las nuevas ideas ilustradas en España fue lenta y difícil, y existió un retraso de varios decenios respecto a algunos países europeos. Los primeros pasos de la Ilustración en España vinieron del trabajo desarrollado en el campo político por personajes como José del Campillo, durante el reinado de Felipe V, o el marqués de la Ensenada, en tiempos de Fernando VI. Su importante labor fue continuada posteriormente durante el reinado de Carlos III (1759-1788) en las figuras del conde de Aranda, Campomanes, Floridablanca y Jovellanos. El papel de difusor de las ideas ilustradas recayó en las Sociedades Económicas de Amigos del País, que además de temas económicos, también trataron los culturales y políticos. También hubo un importante crecimiento del interés científico y académico, en el que se fundaron abundantes centros de estudio al margen de las universidades como la Real Academia de la Lengua, el Real Jardín Botánico o las Escuelas de Ingenieros Industriales y Caminos. La existencia de estas escuelas favoreció la realización de expediciones científicas y políticas a América como las de José Celestino Mutis (1763), o la de Alejandro de Malaspina (1789).
La práctica de gobierno se llevó a cabo mediante el despotismo ilustrado, que fue un intento de unir la autoridad real con las ideas de progreso de la Ilustración. Querían la racionalización de la administración, el fomento de la educación y la modernización económica con programas de desarrollo agrícola e industrial y la libertad de comercio, pero a su vez pretendían mantener intacta la sociedad estamental y el poder absoluto. En España esta práctica se desarrolló sobre todo durante el reinado de Carlos III, aunque al principio tuvo que enfrentarse a una fuerte oposición de los privilegiados y malestar popular por las medidas tomadas, como fue el motín de Esquilache (1766) Controlada la situación, el monarca desarrolló una política reformista, en el que los ilustrados españoles hicieron de la educación el eje sobre el que debía descansar el cambio del país. Lucharon contra las órdenes religiosas y contra los estamentos privilegiados y defendieron la necesidad de imponer una enseñanza útil y práctica, obligatoria para todos en los primeros niveles. En el terreno económico se buscó evitar la gran dependencia del producto extranjero, impulsar el comercio y buscar una mayor eficacia a la hora de explotar los recursos naturales del país. Así podemos enumerar iniciativas como la aplicación práctica de reformas agrarias para mejorar la productividad económica, dado que los rendimientos agrícolas seguían siendo muy bajos, las tierras de mala calidad y la mayoría estaba amortizada (no se podía comprar ni vender). Para ello se redujeron los privilegios de la Mesta, se colonizaron tierras despobladas (Sierra Morena), se desamortizaron bienes comunales y se impulsaron obras hidrológicas para mejorar el abastecimiento y uso del agua (Canal de Castilla) para tareas agrícolas, facilitando la extensión del regadío. Para apoyar la actividad industrial, muy escasa en España, se aplicaron medidas proteccionistas y se crearon por parte del Estado las Reales Fábricas (como por ejemplo la de Tapices de Madrid o la de Sedas de Talavera), con el objetivo de fomentar la producción manufacturera. En este sentido destacó la dinámica industrial de Cataluña, donde la existencia de una industria de la vid y de aguardiente, junto a una vieja industria rural lanera, permitió una acumulación de capital y una industrialización posterior, que tuvo en las manufacturas del algodón su principal motor. Las medidas proteccionistas facilitaron la creación de fábricas de tejidos de algodón (indianas) en Cataluña, dirigidas al mercado español. En cuanto a la actividad comercial, durante el siglo XVIII vivió un crecimiento gracias al desarrollo económico y el aumento de la población (descenso de las mortalidades catastróficas y aumento de la natalidad). Prueba de ello fueron algunas medidas tomadas como la creación de una red de Caminos Reales con formato radial y centro en Madrid, para facilitar la conexión de la Corte con las grandes ciudades periféricas. Además, se suprimieron aduanas y peajes, unido a un proceso de liberalización de comercio interior emprendido por el gobierno (libre comercio de granos). Para revitalizar el comercio exterior americano se creó una nueva organización de relaciones con las colonias, y para ello se suprimió el sistema de flotas y se crearon compañías comerciales con privilegios en un territorio o en un producto, previo a la definitiva liberalización de comercio americano que llegó con la promulgación del Reglamento del Libre Comercio (1778), que puso fin al monopolio de Sevilla y Cádiz sobre el comercio americano. Otras reformas se centraron en el campo militar, donde se estableció el servicio militar obligatorio y se reorganizó la estructura y ordenanza del ejército. Igualmente, y para aumentar la recaudación, se creó la Lotería Nacional y el Banco Nacional de San Carlos. Sin embargo, a pesar de la amplitud de las reformas, el despotismo ilustrado en España tuvo bastantes limitaciones porque cada vez que las reformas tocaban las estructuras del Antiguo Régimen, los cambios se paralizaban porque los grupos privilegiados se oponían a los mismos.